Comunicación con ocasión de 'Ashura 1427 (2006)

3/2/06

Nuestro sentimiento en ‘Ashura

(en ocasión de ‘Ashura – 2006)
Bismihi Ta´la

Somos ante todo memoria. Antes que meros protagonistas del suceder de nuestra propia individualidad, capaces de comprender ese nuestro propio ser, somos como criaturas dependientes y deudoras el fruto de nuestras remembranzas más limpias, proyectadas íntimas y recónditas sobre nuestro presente y futuro.

Aún cuando no seamos en ocasiones conscientes de ello, nos mueve el vínculo indefectible que desde la niñez nos une a lo que con inocencia y pureza entonces asumimos como certezas existenciales no necesitadas de demostración: que somos frágiles ante la adversidad y fuertes por determinación y deseo de ser nosotros mismos, hasta tal punto que nos hallamos a nosotros mismos como el suceso lógico del efecto de estas premisas sobre el corazón, especialmente cuando sus enseñanzas o consecuencias acaban por conocerse como veraces y evidentes.

Cuando somos mayores, las convicciones argumentadas suplen esas certezas, pero igualmente arraigan con una fuerte firmeza cuando en verdad son tales convicciones, hasta el punto de que ellas hacen que nuestra recordación de las verdades trascendentes de nuestro origen y destino sea el eje de nuestros progresos como individuos integrales, y que éstos acaben por ser consistentes desde la base de la fidelidad con ese nuestro origen; sea en forma de esa referida convicción, o como resultado de nuestro progresar por la existenciación de manera consciente y esforzada.

La evocación de la tragedia de Karbala, el recuerdo sistemático y pertinaz de aquel suceso, su recreación y retorno en cada aniversario durante los últimos casi catorce siglos, es un ejemplo, tal vez el gran arquetipo, de en qué forma nuestra identidad, nuestro ser colectivo y social como creyentes y amantes de la familia del Profeta Muhammad (PBd), adquiere un dimensión singular, un valor de compromiso identitario con el refresco de la Memoria primordial al inicio mencionada, la cual desde la individualidad del sentimiento de sufrimiento ante la injusticia y la opresión, acaba por tornarse un estremecimiento colectivo de dolor común, primario y esencial, ante la maldad en su estadio y dimensión más pura y afilada. No puede ser de otra forma cuando recordamos la perversión con que en unos pocos días se aplastó lo más noble y limpio que hubo en el Islam como legado personal del propio Profeta de Allah (PBd).

Tal renovación, por otra parte, es lo que ha permitido que en un muy largo periodo de tiempo, los hombres y mujeres creyentes hayan conservado una noción diáfana entre la Verdad y justeza de la posición de rebeldía que Husein (P) representa frente a la hipocresía y la mendacidad, y el sentido implicado y verdaderamente correcto, de su propio compromiso con la Fe; lo que hace que la memoria acabe por ser, más allá del anecdotario que va conformando la pequeña historia fáctica de las colectividades, un argumento vital para millones de personas que han recibido el legado de esa remembranza como un tesoro que contiene la fórmula áurea para discernir lo Correcto y Cierto de la Banalidad y la Ilusión, dando un sentido al seguimiento del Profeta y su Familia.

Cuando recordamos, decidida e implicadamente, los sucesos que llevaron a aquel luctuoso evento, no estamos solamente perpetuando un simple suceso en la Historia, por más que sea importante y relevante por sí mismo, sino que nos colocamos en situación de sentir en qué forma y medida los seres humanos acabamos, en algún momento de nuestras vida, avocados a dar testimonio de nuestras certezas y convicciones, aquellas que no llegaron puras por la emoción de la inocencia o hemos reflexionado como acopio y bagaje a lo largo de nuestro peregrinar vital.

Nos conmueve la suerte de los mártires de Karbala, porque su opresión concierne a nuestro ámbito de intima certeza sobre lo que es noble y aquello que lo ofende; y a la vez nos conmovemos con el recuerdo de aquella tragedia, porque su mera reflexión repugna e inquieta a la mente racional de cualquier persona que se vea solicitada a situar en aquel escenario la eterna representación de una iniquidad. Al ser puro que tenemos dentro lo duele que se haga mal por bien, tanto como al ser racional que queremos ser le ofende el obsceno espectáculo de un grupo poderoso haciendo injusto y desmedido daño a débiles e inocentes, y además haciéndolo con la impunidad y el silencio de toda la comunidad de los que se decían creyentes, para vergüenza de todos.

El asalto a las gentes de Husein (P) en aquellos tristes días del Muharram del año 61 de la Hégira del Profeta del Islam (PBd), es la agresión y el martirio de todos los ofendidos por la Injusticia y la Opresión a lo largo de la historia de la Humanidad. Es el ataque a todos los limpios de corazón que desde la inocencia, la legitimidad, la honestidad se han opuesto a la torcida voluntad de todos los tiranos de todos los tiempos. Por ello, la Memoria, ámbito puro de nuestro ser cuando es estadio de consciencia y conciencia, tiene un sentido profundo y trascendental de conmoción y vibración en todo lo que tiene que ver con aquel recuerdo.

Es esa Memoria un ámbito de la gnosis de nuestro destino, y de nuestro origen, pues no sólo apela a nuestra emoción más cristalina, sino que nos renueva la certeza -asumida o comprendida- de que el compromiso con nuestro propio ser hacia el testimonio y el amor a la Verdad casi siempre ha de ser sufrimiento, y que éste a menudo es la amarga vía de la iniciación y la purificación que nos permite comprender el valor de nuestras convicciones, tanto como la valía de nuestra propia determinación para defender lo que amamos y creemos.

Desde la pureza, sufriendo y padeciendo, la opresión sobre Husein (P), su familia y sus compañeros nos recuerdan quiénes hemos de ser y de qué nos hemos de guardar. Nos ayudan a discernir en nuestra reminiscencia primordial hasta qué punto hemos de quemarnos y entregarnos al servicio de lo que sabemos Cierto, Luminoso y Bueno.

Por ello, su recuerdo año tras año, siglo tras siglo, más allá de la tradición y la costumbre renueva en los creyentes la identidad veraz de qué nos llamó y nos trajo a la Fe, y qué valor hemos de darle a lo que hemos recibido como un don precioso, qué se debe sacrificar por ello, y sobre todo hasta qué punto el creer habrá de ser testimonio activo de la propia creencia.

Bendita sea la Memoria que nos confirma nuestra propia Verdad.

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La Paz sea con Husein y con ‘Ali el hijo de Husein y con los hijos de Husein y con los compañeros de Husein
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Muharram Al-Haram 1427 / Enero-Febrero 2006